martes, 17 de febrero de 2009

LA LIANA DE LOS CUENTOS

Fue en el libro de Anne Pellowski The World of Storytelling: A Practical Guide to the Origins, Development, and Applications of Storytelling (Nueva York: H. W. Wilson Company, 1990, págs. 127-129) donde, entre otros muchos datos y referencias fascinantes, encontré información sobre la liana de los cuentos, una forma que tienen los narradores de algunas culturas del África occidental y central de ofrecer a los potenciales oyentes una relación de los cuentos que constituyen su repertorio.


Pellowski habla de la liana en el capítulo dedicado a las formas de abrir una sesión de cuentos y, además de citar el pasaje de M. H. Kingsley que se traduce un poco más adelante, incluye la fotografía de una de estas lianas que se exhibe en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, recogida en los años de 1950 entre los lega del Congo.

Aunque voy con frecuencia a Nueva York y soy asiduo del museo de historia natural, nunca me había fijado en la vitrina que contiene la liana. En febrero de 2006 fui a verla armado de mi cámara digital, y le hice varias fotografías, una de las cuales os muestro aquí. En el verano de 2007, Helena y yo fuimos juntos a ver la liana, y casi nos da un soponcio cuando después de dar mi vueltas no pudimos encontrarla. Finalmente dimos con ella, pero no fue fácil. Por el motivo que sea, la luz de la vitrina estaba apagada, de modo que su precioso contenido no era visible. Por ese motivo, no pudimos hacernos foto junta ella, como era nuestra intención.

Antes de continuar, reproduzco en su integridad, traducido por mí, el pasaje antes mencionado de Mary H. Kingsley (1862-1900), en el que la viajera británica, a partir de un comentario sobre los ritos funerarios, narra su encuentro con los narradores profesionales del África occidental y sus lianas.



«Desde la perspectiva de los ritos funerarios, no hemos considerado todavía dos segmentos muy interesantes de la comunidad, esto es, el compuesto por quienes tienen forma humana y no son, estrictamente hablando, seres humanos, y el compuesto por quienes, aun siendo humanos, han cometido adulterio con los espíritus: las mujeres que dan a luz a gemelos o mueren durante el parto. […]

»En el África Occidental, la única categoría que he encontrado que sea como estos seres humanos-espíritu es la que incluye a esa extraña clase, los juglares. Quisiera saber más sobre estas personas. De no ser porque el señor F. Swanzy posee pruebas materiales de su existencia, en forma de la más espléndida red de historias, dudaría en mencionarlos. Sin embargo, algunos de mis amigos franceses me dicen que los han visto en Senegal, y me aventuro a decir que esa región debe de ser su sede principal. He visto a uno en Accra, a otro en Sierra Leone, a dos a bordo de sendos vapores, a otro más en la población de Buana, en Camerún.


»En pocas palabras, se trata de juglares que frecuentan las poblaciones donde hay mercado, y, por unos honorarios, cantan historias. Cada juglar tiene una red de historias, una red resistente, del tipo de las de pesca. A esta red se atan todo tipo de cosas: vértebras de pitón, pipas, trozos de porcelana, plumas, pedacitos de cuero, cabezas de pájaro, cabezas de reptil, huesos, etcétera, etcétera, y de cada uno de estos objetos pende un cuento.

»Miras la red de tu juglar, eliges un objeto y preguntas cuánto vale ese cantar. Él te da un precio exorbitante; tú regateas; es inútil: se niega a mostrarse razonable en lo referente a, pongamos, el hueso de pitón, de modo que pones precio a la pipa; más regateo. Por último, llegas a un acuerdo a propósito de algún objeto y de su precio, y te sientas sobre tus talones y escuchas embelesado el cantar o, más bien, la salmodia. Normalmente pides otra. De hecho, es como si te dieras al despilfarro para adquirir novelas. No te digo que sea una lectura tranquila, porque gente sin escrúpulos llega tan campante y, sin pagar su suscripción, se sienta a escuchar cuando tu juglar está actuando. De ahí que se desate una trifulca, a menos que seas como yo, y no te importe que los demás se diviertan un poco.

»Podría señalar que estas redes de cantares no tienen un tamaño reglamentariamente establecido. En la Costa Oeste no he visto nunca nada igual a la espléndida colección de cuentos que el señor Swanzy ha atado a su red. ¡Ay de mí!, sin el juglar que las traslade, no es sino un ciclo de cantares muertos que debió de pertenecer a un Shakespeare africano. La red de cantares más impresionante que yo vi era la de Buana. A su dueño lo llamé Homero de buenas a primeras, porque sus obras eran dos, e impresionantes. Atadas a su pequeña red podían verse una mano humana y una quijada, también humana. Eran sus únicos cantares. Sin reparar en el precio, escuché las dos. No las entendí, porque no hablo su lengua; pero eran algo fascinante, y la de la mano humana tenía un pasaje que hacía que el cantor gateara sobre rodillas y manos, dando vueltas y más vueltas, mirando a uno y otro lado, profiriendo la peculiar tos del leopardo al acecho, y dejando en el suelo, con su puño doblado, la marca de este felino. ¡Ah! ¡Menudo cantar! Habría entusiasmado a una piedra. Un público civilizado hubiese cubierto al cantor de ramos de flores. Yo…, bueno, el cacique que me acompañaba tuvo que intervenir y aconsejarme moderación al dispensar montoncitos de tabaco.

»Pero lo que quería decir sobre estos cantores era sólo esto. No son enterrados como a otras personas; cuando mueren los introducen en árboles, quizá porque son "la misma cosa" que esos cantores, los pájaros. Ignoro si es así, pero sólo me queda esperar que Homero siga entre nosotros, y que un oyente con más inteligencia que yo lo encontrará.»

(Mary H. Kingsley, West African Studies, Londres: Macmillan, 1899 [edición facsímil, Londres: Frank Cass & Co, 1964], págs. 125-127; la fotografía de M. H: Kingsley la he tomado de la web es.encarta.msn.com/)
Los narradores con los que se encontró Kingsley colgaban su mercancía narrativa de una red, no de una liana propiamente dicha, pero la idea es, esencialmente, la misma.
Desde que supe de ella en el libro de Pellowski, la imagen de la liana de los cuentos no ha dejado de rondar mi imaginación. Ya antes del viaje en que vimos la liana del Museo Americano de Historia Natural, Helena y yo habíamos hablado de la posibilidad de ofrecer una sesión de cuentos usando el mismo sistema que los narradores africanos, es decir, colgando una serie de objetos en una cuerda y dejando que el público elija aquellos que más le llamen la atención.

Después de un par de años dándole vueltas al asunto, finalmente lo vamos a hacer. La primera sesión de nuestra particular liana de cuentos tendrá lugar este viernes 20 de noviembre, en el Centro Cultural Valentina, Plaça Regomir, 2, Barcelona (metro Jaume I) a las 9 de la noche.


Para animaros a acudir os diré que, a diferencia de la señora Kingsley, vosotros no tendréis que regatear por los cuentos: el precio de 6 euros incluye no sólo la consumición, sino también todos los cuentos que querais elegir de nuestra liana, y que puedan contarse en una hora. ¡Allí os esperamos!

jueves, 12 de febrero de 2009

EL NARRADOR, MANIPULADOR DE EMOCIONES

En el V Encuentro de Narración Oral al que aludía Helena en la entrada anterior, Ana Cristina Herreros hizo una entusiasta invitación a la lectura de El cuento de nunca acabar de Carmen Martín Gaite. Una intervención mía durante el diálogo que propició la charla de Ana Herreros produjo cierto sobresalto, pues comenté, como si tal cosa, que el narrador es un manipulador de emociones.











El que mis palabras fueran malinterpretadas y causaran cierto revuelo ha de atribuirse, sin duda, a la muy mala prensa de la palabra "manipulación", que fue interpretada en su peor sentido, y eso que el sentido primario del término es neutro, y doña María Moliner define el verbo manipular como "realizar operaciones con las manos o con una cosa".

Pero, en fin si se quiere, para evitar polémicas improductivas la misma idea puede expresarse diciendo que el narrador es alguien que moldea las emociones de su público.


En resumidas cuentas, y por abreviar (que estoy haciendo novillos del trabajo en mi tesis doctoral), reproduzco aquí varios pasajes de un artículo del folklorista Harold Scheub, al que cité en mi intervención, ya que al comentar el vínculo entre relato y emoción me estaba limitando a resumir uno de sus planteamientos básicos.

Antes de pasar a las citas, quería decir que Harold Scheub, catedrático de Humanidades en la Universidad de Wisconsin, es para mí el mayor folklorista vivo, tanto por sus estudios teóricos como por el impresionante y solidísimo trabajo de campo que lo sustenta. En algún momento espero poder dedicarle una entrada. Baste decir ahora que su forma detallada de documentar las sesiones de narración es un ejemplo a imitar.

Scheub es quizá uno de los primeros investigadores que se dieron cuenta de que no basta con "encuestar" al narrador para recoger sus "textos", sino que, si eso es posible, hay que asistir a verdaderos recitales de relatos y fijarse en todo lo que sucede en ellos, en especial la compleja relación que se establece entre un narrador carismático y su público.
Scheub realizó la mayor parte de sus investigaciones en Suráfrica en los años de 1960 y 1970, es decir, en pleno apartheid. Sus expediciones de trabajo de campo (durante las cuales recogió, según su propio testimonio, 9.000 piezas de literatura oral), se centraron sobre todo en las comunidades xhosa y zulú.
Entre sus informantes de la primera de estas etnias destaca la narradora Nongenile Masithathu Zenani, del Transkei, quizá una de las artistas verbales más extraordinarias de las que tenemos noticia. Zenani era experta en la narración de ntsomi, un género muy similar a los cuentos maravillosos de la Europa occidental.

En la web South African Voices (http://digital.library.wisc.edu/1711.dl/SouAfrVc), que forma parte de la University of Wisconsin Digital C0llections, Scheub ha puesto a disposición de todo el mundo la transcripción de sus grabaciones de los recitales de la señora Zenani, y también las grabaciones mismas. Yo no hablo xhosa, pero he podido leer muchos de los relatos y testimonios de esta narradora en su libro (porque figura ella como autora) The World and the World: Tales and Observations from the Xhosa Oral Tradition (Madison: Wisconsin University Press, 1992), que recoge buena parte de su repertorio.

Las fotos de Zenani que ilustran esta entrada proceden de la antes citada web South African Voices. La de Scheub, en pleno acto de narrar un cuento africano es de la web del Departamento de Lenguas y Literatura Africanas de la Universidad de Wisconsin (http://african.lss.wisc.edu/).

Y ahora, los prometidos extractos. Proceden del artículo de Scheub «Performance of Oral Narrative», publicado 1977 en la recopilación Frontiers of Folklore, edición a cargo de W. R. Bascom, Boulder, Colorado: Westview Press, págs. 54-78.


«La unidad generadora esencial del recital (performance) de relatos orales es la imagen[.] [Las imágenes son acciones, o grupos de acciones, que se sienten, evocadas en la imaginación de los oyentes por medio de elementos verbales y no verbales que el artista maneja, y que exigen una experiencia común por parte del artista y el público.] [L]a función de la imagen es evocar una respuesta emocional de los oyentes [...] En estos recitales imaginativos el mensaje es la experiencia emocional de las formas y de las relaciones entre formas. Las homilías superficiales, los comentarios etiológicos y los datos de tipo cultural se cuentan entre los materiales de la composición de un relato oral; son los medios para el mensaje, no el fin. Puesto que el mensaje del relato oral es emocional, no es fácil parafrasearlo en palabras. […]

»[D]anzar es descubrir", sostiene Senghor, y Susan Sontag: "interpretar es empobrecer, vaciar el mundo…". Un narrador zulú me dijo: "para hablar del significado de este relato debo contártelo otra vez".» (págs. 54)
«Así, los tipos de emociones evocadas no son idénticos: algunas derivan del conocimiento íntimo por parte del público del relato que se está recitando; otras fluyen desde la especifidad del recital, que siempre es singular; las emociones están imbricadas en las expectativas y la previsibilidad […] El público, atrapado por completo en el recital, se implica totalmente en el movimiento del relato hacia la unidad final […]

»La implicación emocional es tal que el público no emite juicios sobre las imágenes concretas, sino que deja que el recitador genere dichas imágenes para sus propios fines. Las conclusiones sobre las imágenes concretas no pueden alcanzarse hasta que el recital haya terminado; hasta ese momento, las imágenes, la disposición en pautas y la experiencia de los oyentes, están en proceso de devenir.» (págs. 56, 57)

miércoles, 11 de febrero de 2009

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR

El fin de semana pasado estuvimos en el V encuentro de narración oral. Esta vez ha sido en El Escorial. Hacía un frío que pelaba. Nada más llegar la nieve cubría los tejados, las aceras, los árboles y los pies resbalan sobre el hielo, pero ¡estaba todo tan bonito!


Nos juntamos unos 150 narradores orales de toda España y se realizaron talleres, debates, mesas redondas. Es un momento para verte y para aprender cosas unos de otros. En mi caso, la verdad, es que aprendo más que aporto.

Me han gustado especialmente dos personas que, en principio, son ajenas al mundo de la narración oral: un ilustrador,
Pablo Amargo, y un rapero, Chojin, que participaron en una mesa redonda en torno al "Arte hoy".

Por un lado, Pablo Amargo me aportó unas reflexiones muy interesantes sobre la imagen y la palabra. La imagen puede servir de soporte explicativo a la palabra o puede hablar sola, por sí misma, y decir muchas cosas, incluso contradecir o cuestionar lo escrito.
Como narradora oral trabajo también con las imágenes, las evoco y las veo en la pantalla que son los ojos del que escucha cuando estoy contando. ¿Será posible poner una imagen plástica en esos ojos y en esos oídos que vaya más allá de la mera palabra? Ese es el reto.

Y Chojin me dejó con una de las mejores definiciones de cuentero, cuentista, cuentacuentos, narrador oral o como queramos llamarnos, lo hizo refiriéndose a lo que significa rapear, pero me sirve perfectamente para expresar lo que intentamos hacer:

"Decir lo que te da la gana, como te da la gana, intentando que los otros estén pendientes de lo que estás diciendo".

Nuestro tren salía pronto por la tarde, así que nos marchamos sin saber dónde será el próximo encuentro, pero seguro, seguro, que nos acabaremos enterando...

domingo, 11 de enero de 2009

EL SEÑOR PIP

El Señor Pip de Lloyd Jones es un libro que podemos calificar como metaliterario: habla de literatura y plantea interrogantes sobre la lectura y la narración. Pip es el nombre de un protagonista de la novela Grandes esperanzas de Charles Dickens, pero es también el nombre adoptado por el Sr. Watts, alias Ojos Saltones, que ejerce de profesor en la lejana isla de Bougainville, en Papúa Nueva Guinea.


El Sr. Dickens, foto extraída de la Wikipedia.

La novela me interesa desde el momento en que plantea la ficción como vía de escape a una realidad asfixiante: una guerra y un embargo.

¿Hasta qué punto es posible sentirte identificado con una realidad muy alejada de la tuya? La respuesta es que no hay límites, porque las fronteras del imaginario no existen. Así, puede resultarnos más cercano un personaje literario ambientado en la Inglaterra victoriana que nuestra propia madre.

Lo único "malo", como dice la protagonista de la novela, Matilda, es que el dialogo con Grandes Esperanzas -como con cualquier lectura- es "en una sola dirección". A pesar de eso, el diálogo puede ser muy intenso, vivimos la vida de otra persona a través de una ficción y descubrimos el mundo:

"En Grandes esperanzas descubrimos cómo podía cambiar la vida sin previo aviso. Pip lleva cuatro años de aprendiz de Joe Gargery. Así pues, ahora ya es mayor que yo. Pero no importaba: en otros aspectos seguía siendo un verdadero amigo, un compañero por el que me precupaba y en quien pensaba mucho." (Lloyd Jones, El Señor Pip, Lloyd Jones, traducción de Isabel Ferrer, Salamandra 2008, pág. 59)

"(...) Así que él (Pip) estaba a punto de cambiar y convertirse en algo distinto.Tras esta revelación, me quedé preocupada hasta el final del capítulo: necesitaba saber cómo iba a ser Pip después del cambio para tener la certeza de que seguiríamos siendo amigos. No quería que cambiara." (Lloyd Jones, El Señor Pip, p. 60)

Leer, aunque sea siempre el mismo libro nos permite ensanchar los horizontes: ver otra realidad, otro mundo, a veces incluso más coherente que el real:

"Siempre era un alivio volver a Grandes esperanzas. Contenía un mundo que era íntegro y, a diferencia del nuestro tenía sentido." (Lloyd Jones, El Señor Pip, pág. 74)

Pero, ¿leemos lo que el autor quiere comunicarnos exactamente? A veces, leemos una traducción, o una versión resumida o adaptada. En otras ocasiones, la misma historia leída en un momento de nuestra vida significa una cosa, y más adelante, otra.
Al final de la novela de Lloyd Jones, el Sr. Watts, el profesor que les inicia en la lectura de Grandes esperanzas, adopta el nombre del personaje, Pip, y narra en primera persona historias de la novela de Dickens, mezcladas con su propias experiencias vitales. Todo se mezcla. ¿He vivido esto? ¿Lo he soñado? ¿Lo he leído?

Para todos los que disfrutamos con la lectura, el tiempo se suspende cuando tienes una buena historia entre manos, te puedes hacer amigo de un ser literario y esperarle y anhelarle cuando no "está" contigo, cuando no le estás leyendo.

En situaciones extremas, cuando todo lo demás ha fallado -situación que se describe en la novela: una guerra y sus consiguientes atrocidades- siempre nos queda la ficción: lo único real. ¡Menos mal!

martes, 9 de diciembre de 2008

RELATOS Y CUCARACHAS: UNAS REFLEXIONES DE J. M. COETZEE

Durante mi último viaje a Ciudad del Cabo, el pasado mes de noviembre, pude por fin hacerme con un raro texto del escritor surafricano J. M. Coetzee, autor de libros como Vida y tiempos de Michael K. o Esperando a los bárbaros, entre otros muchos, que le valieron el Premio Nobel en 2003.


El texto se titula "The Novel Today" ("La novela en la actualidad") y apareció en la revista literaria Upstream en 1988 (vol. 6, nº 1, págs. 2-5), y en su día desató cierta polémica. Que yo sepa, Coetzee nunca lo ha incluido en sus recopilaciones de ensayos y reseñas. Su interés para mí radica menos en los aspectos polémicos que pueda contener, que en las reflexiones que Coetzee sobre el arte de narrar (storytelling), reflexiones que son aplicables también a la narración oral. He aquí la parte relevante del texto, una vez más, traducida con cierta premura, por lo que ruego se me disculpe si mi versión chirría un poco:

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"No estoy defendiendo el arte que practico. La novela, la narración de historias [storytelling] en general, siempre podrá defenderse sola. [...]
La narración de historias puede defenderse sola. ¿Es esto cierto? ¿Han sido los censores tan ineficaces siglo tras siglo? Sí, lo han sido. Son ineficaces porque, al establecer las normas que los relatos no podían transgredir, y al hacer cumplir estas normas, no se dan cuenta de que el caracter ofensivo de los relatos no está en que transgredan normas concretas, sino no en su capacidad para crear y alterar sus propias normas. [...] Porque (y parodio un tanto esta postura) un relato no es un mensaje con un envoltorio, un envoltorio retórico o estético. No es un mensaje al que se añade un residuo, el residuo, el arte con el que el mensaje está recubierto por el residuo, formando la temática de la retórica o la estética, o la apreciación literaria. En las historias no hay añadidos. No están compuestas por una cosa a la que se añade otra, mensaje más vehículo, subestructura más superestructura. [...]

La narración de historias [...] no es una forma de hacer que los mensajes sean, como suele decirse, "efectivos". La narración de historias es otra [another] forma de pensar, una forma otra de pensar [an other mode of thinking]. Es más venerable que la Historia, tan antigua como la cucaracha. Como las cucarachas, las narraciones pueden consumirse. No hay más que arrancarles las alas y echarles un poco de sal. Son nutritivas, hasta cierto punto, aunque si lo que de verdad quieres es nutrición probablemente la buscarás por otro lado. Las cucarachas también pueden colonizarse. Puedes atraparlas en una trampa para cucarachas, criarlas (con gran facilidad), agruparlas en granjas de cucarachas. Puedes atravesarlas con alfileres y ponerlas en vitrinas, etiquetadas. Puedes usar sus alas para cubrir las pantallas de las lámparas. Puedes realizar diminutas disecciones de su sistema respiratorio, puedes teñirlas, fotografiarlas, enmarcarlas y colgarlas de la pared. Puedes, si quieres, secarlas y, echarles polvo y mezclarlas con explosivos de alta potencia y transformarlas en bombas. Puedes incluso hacer relatos sobre ellas, como hizo Kafka, aunque esto es muy difícil. Una de las cosas que, según parece, no puedes hacer, es erradicarlas. Se reproducen, como dice el tropo, como moscas, y en las circusntancias más crudas. Se desconoce el motivo por el que están en la Tierra, la cual, probablemente, sería un lugar más agradable -sin duda más fácil de entender- sin ellas. Se dice que seguirán aquí cuando nosotros, y todos nuestros artefactos, hayamos desaparecido.

A esto se le llama parábola -una forma cultivada por grupos marginales, grupos que no tienen lugar en las corrientes dominantes, en la trama principal de la Historia-, porque es difícil determinar qué es lo que quiere decir.
Al final, sigue habiendo una diferencia entre una cucaracha y un relato, y la diferencia sigue siéndolo todo." ("The Novel Today", págs. 3-4)


Como se dice en inglés, that's food for thought! Esperamos con ansia los comentarios y reflexiones de todos esos narradores que sabemos que, de vez en cuando, se asoman a nuestro blog.

Una última cosa: la imagen que ilustra esta entrada está de Wikipedia.

domingo, 7 de diciembre de 2008

EL MITO QUE QUISO SER ENTENDIDO

En el último número de la revista New York Review of Books (8 de diciembre-14 de enero de 2008), entre otros varios artículos interesantímo, hay uno de la escritora Alma Guillermoprieto titulado "A lost world on the map", en el que, además de reseñar un libro que ha aparecido hace poco sobre el llamado "Mapa de Cuauhtinchan nº 2", Guillermoprieto hace algunas reflexiones muy interesantes sobre las culturas amerindias. La autora ilustra sus razonamientos con varias anécdotas personales, una de las cuales tiene que ver con su visita, en 1993, a una comunidad arahuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta, invitada por varios miembros de esta etnia a los que había conocido casualmente en Bogotá. Os la traduzco a continuación (de forma más bien apresurada), añadiendo algunos de los párrafos precedentes, que sirven para contextualizar el relato:

"Los arahuacos sufren enormemente a causa de los mestizos que invaden sus tierras, los madereros ilegales, los traficantes de drogas y los funcionarios del gobierno que los han privado de sus tierras ancestrales, no sólo las de cultivo, sino las tierras en las que se encuentran los lugares sagrados a los que deben peregrinar cada año [...] Los arahuacos son extraordinariamente diestros e imaginativos a la hora de combatir la burocracia desde dentro; pueden salir y entrar del mundo moderno con mucha más facilidad que muchos otros amerindios. Mandan a sus hijos al mundo para que estudien cosas como programación y medicina y, al parecer [...] al menos unos pocos han decidido volver, habiendo conservado intacto su sentido de la comunidad y la identidad.


En mi última noche en la Sierra, los aldeanos se reunieron en un roquedal que no quedaba muy lejos de la última de sus casas rectangulares con techumbre de paja. No había luna, y las estrellas se veían enormes y cercanas. No queriendo inmiscuirme, me quedé en los márgenes de la reunión, y escuché mientras la voz audible de un hombre narraba bellamente una epopeya sobre el viaje que cierta vez hicieron las estrellas para estar junto a los seres humanos. Entonces mi guía me acompañó de nuevo a la habitación de invitados de la escuela del pueblo.


A la mañana siguiente, pedí que me presentaran al maravilloso orador que había contado aquel relato, y me vi estrechando la mano de un hombrecillo sonriente, de fácil risita, al que anteriormente había tomado por el tonto del pueblo. No había contado aquella historia en español, por el simple motivo de que no hablaba esa lengua. No hubo forma de convencer a mis anfitriones de que el hecho de que yo hubiera creído escucharla en español tuviera nada de extraordinario, ni tengo claro que el relato que creí escuchar tuviera de hecho relación alguna con lo que el chamán de las risitas había dicho aquella noche, aunque mis anfitriones parecían pensar que sí, o bien no les parecía que la cuestión tuviera mayor importancia. Me acompañaron a la carretera y les dije adiós con la mano mientras subía a la parte trasera de un camión, repentina e inexplicablemente bañada en lágrimas . Años después, fue para mi una sorpresa maravillosa saber que, a pesar de los continuos asesinatos y otros delitos contra ellos, muchos de los proyectos que mis anfitriones arahuacos habían estado planeando -un archivo histórico, sus propios vídeos y publicaciones- se estaban llevando a cabo." (p. 65)

En una nota a esta historia, Guillermoprieto remite a al siguiente espacio de
http://www.youtube.com/, donde pueden verse varios vídeos coprodudicos por organizaciones arahuacas y mestizas:
http://www.youtube.com/watch?v=xlhk6X5Tjis

Vale la pena echarles un vistazo, os lo aseguro.

jueves, 4 de diciembre de 2008

DIARIO DE UNA CASA VACÍA

Jose y yo hemos estado de traslado de casa. Pues sí, un rollo: ir con los bártulos de un lugar a otro, almacenando paquetes y trasladando bolsas. Aparecen objetos insospechados, ropa de hace mil años, guardas y tiras cosas, cajas, cajas y más cajas.
Pero, entonces, me dio por cambiar el punto de vista ¿y la casa? ¿cómo se queda la casa después de tanto trajín? Ese espacio en el que has habitado, en el que has vivido momentos buenos y malos... se queda vacío.


La foto que os adjunto es del pantano de Riaño. Estuvimos allí este verano. Seguro que recordáis que hace unos años se decidió trasladar el pueblo para poder hacer ese embalse. Todas las casas de piedra, adobe, ladrillo, todas las tiendas, las calles, la iglesia del pueblo de Riaño quedaron inundabas, sepultadas debajo del agua, algo así como una Venecia rural ahogada. ¿Os imagináis el silencio que debe reinar ahí abajo...?
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Me preguntaba si las casas sentirían ese vacío físico, ese abandono, ese dejar de oír los ruidos de la leche al hervir, del rumor del agua de la ducha, de los chavales dándole a la pelota en la calle -¡porque en los pueblos aún se juega en la calle!- y entonces una amiga puso en mis manos este libro: Diario di una casa vuota de Beatrice Masini.
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"Diario de una casa vacía" narra las emociones en primera persona de una casa que está a las afueras de la ciudad, deshabitada, vacía. Es un pequeño libro con reflexiones muy interesantes, como esta sobre el tiempo y el espacio:

“(El tiempo). No creo que sea tan importante. Para mí es el espacio que se ha de llenar, el vacio de los días y de las noches. Espacio y tiempo en el fondo son lo mismo: un agujero negro que devora todos los pensamientos y escupe una sola cosa. Soledad” (pag. 7)

La casa del libro quiere ser una casa habitada, una casa donde vivan las personas.
Un día descubre lo que ocurre cuando un niño juega dentro de la casa, pero juega solo, en silencio. Y entonces, dice:

“Que extraño, no lo había pensado antes: y hoy, gracias al pequeño Tim, he entendido que aquello de lo que siempre he tenido necesidad son los pensamientos de las personas, los pensamientos transformados en palabras. Los otros, los pensamientos silenciosos, no los puedo saber, ni entender, ni adivinar. Pero lo que quiero decir es que no basta con la presencia de los cuerpos dentro de mí para hacerme sentir viva. Un cuerpo que no expresa pensamientos es una compañía mediocre. Y repasando velozmente mis recuerdos he entendido que los momentos más felices han sido aquellos en los que he compartido la vida de quien me habitaba porque he sentido sus pensamientos.
En definitiva, después de todo, lo que me da miedo es el silencio. En esto no soy muy diferente de un niño que explora una casa nueva: aquello que le da escalofríos no son las dimensiones de las habitaciones, las sombras debajo de las escaleras, el misterio de una puerta cerrada, sino el hecho de que todo esto está inundado de silencio. Necesito voces. Pero voces vivas, de verdad. Voces que intercambian ideas. La soledad y el silencio son lo mismo para mí.” (pag. 58-59)

Me ha parecido precioso. Y se lo he leído a la casa que abandono y que ha sido mi hogar en los últimos años, un lugar importante... Pero, a veces, hay que saber decir adiós.


Si queréis conseguir el libro es:

Diario di una casa vuota
Beatrice Masini
Edizioni EL, 2004