Cuento esto para poneros en situación, en mis largas horas de vuelo a Ciudad del Cabo, vía Estambul, compré de segunda mano Dos mujeres en Praga de Juan José Millás, porque pensé: "esta novela me va a entretener". Y sí, me entretuvo. Me la leí de una sentada. Es una trama puzzle: historias dentro de historias, donde se juega a inventarse la propia vida y al final uno se plantea si es más verdad lo que uno vive o lo que uno imagina.
Pero no quería hablar de eso, sino de una notita de nada que me llamó la atención y que me llevó a doblar el borde de la página, como hago siempre, para marcarla y pensar más tarde sobre ello. La idea de que lo que puede entorpecer la comunicación entre las personas no es el desconocimiento de un idioma, sino precisamente su conocimiento, y lo expresa con esta anécdota:
El padre, muy mayor, vivía con una señora que había empezado haciéndole la comida y que había acabado instalándose en la vivienda, no se sabía muy bien en calidad de qué. La mujer era árabe y ninguno de los dos hablaba el idioma del otro, pero se entendían con una precisión misteriosa en una lengua intermedia que iban creando día a día. El entendimiento quedaba reducido al ámbito de lo esencial, pero eso -pensaba Álvaro- es lo que posibilitaba la convivencia. De hecho, temía que si aquel idioma inventado se perfeccionara o se hiciera más complejo, podrían empezar a intercambiarse a través de él productos existenciales que separaran lo que la simpleza había unido.
-Quizá el problema de la torre de Babel (...) no fue que aparecieran diferentes lenguas, sino que la que tenían se hizo más complicada ofreciendo a los usuarios la posibilidad de dudar, de contradecirse, de atribuir al otro el miedo propio.
(pp. 109 Edit. Espasa)
Y lo que después pensé es que en esa torre de Babel el guirigay que se montó también debió llevar a que nadie escuchará más que su propio ruido o su propio miedo, ni siquiera ya el miedo del otro, que, por otro lado, tampoco debía de ser tan diferente del propio.
Viajar va muy bien para volver a lo simple: un pie delante del otro es lo que se necesita para seguir avanzando. Cuando más viajas, más cerca del destino estás. Y a veces para entender, lo que necesitas es callarte, no hablar.
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