Hace ya mucho tiempo que, por separado, cada uno de nosotros, Jose y yo, habíamos iniciado distintas prácticas de meditación, pero al final la que más nos sedujo fue la meditación zazen. Tal vez por la simplicidad; sólo necesitas un cojín o un banquito y sentarte en silencio. Habíamos ido a un dojo para aprender lo básico: la postura, el ritual que hay detrás, la filosofía que conlleva...
Meditar en grupo seguramente es muy diferente a hacerlo de manera individual, pero aún así, estoy contenta de haber iniciado esta práctica, que se está convirtiendo en algo muy necesario para mí cada mañana.
Y me gusta leer sobre el tema. Ha caído en mis manos un ensayo corto de Pablo d'Ors llamado Biografía del silencio, editado por Siruela y que yo tengo en formato Seebook.
En el libro el autor explica sus primeros pasos en el mundo de la meditación y esto ayuda mucho cuando estás empezado. Así, nos dice que es muy común que durante la práctica aparezcan ensoñaciones, si eres un soñador, o imágenes del pasado si eres nostálgico, porque cada uno medita como es.
Igual que vamos a tener sensación de dolor y molestias, pero que hay que aceptarlos de manera que si vamos un poco más allá comprobaremos que nuestros sentidos se volverán más despiertos y receptivos.
Se trata de observar y observarse. Nada más. Y nada menos. Con ellos seremos capaces de desarrollar la atención.
Por supuesto también vamos a encontrar en el libro reflexiones sobre lo que es meditar y los beneficios que conlleva la práctica. Pablo d'Ors es sacerdote, pero no he encontrado ningún dogmatismo en la lectura de este pequeño ensayo que explica con sencillez y desde la experiencia propia lo que es la meditación zazen.
Os dejo con una pequeña reflexión del autor que me gustaría hacer mía:
La atención me fue conduciendo al asombro. En realidad, tanto más crecemos como personas cuanto más nos dejamos asombrar por lo que sucede, es decir, cuanto más niños somos. La meditación - y eso me gusta - ayuda a recuperar la niñez perdida.
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