Eugène Marais |
Leí por primera vez
este poema de Eugène Marais hace unos años en la rompedora
antología de poesía Surafricana de Jack Cope (el que fuera amante
de Ingrid Jonker) y Uys Krige, The
Penguin Book of South African Verse (1968).
La versión inglesa que allí aparece (págs. 191-192) es de los
propios Cope y Krige.
Naturalista y poeta,
Marais es uno de los grandes de las letras surafricanas. Nació en
Pretoria el 9 de enero de 1871 y tras una azarosa vida, marcada por
su adicción a la morfina, se quitó la vida en una granja cerca de
Pelindaba, al oeste de Pretoria, el 29 de marzo de 1936.
Gran defensor del
afrikáans como lengua de su gente, prefirió esa lengua al inglés y
al holandés, y en ella escribió la mayor parte de su obra. Como
naturalista Marais fue un precursor de la moderna ciencia de la
etología, con sus estudios sobre las termitas y los babuinos. En ese
campo, su libro más destacado es Die
Siel van die Mier
(“El corazón de la termita”, 1925), un estudio sobre la sociedad
de los termiteros que fue desvergonzadamente plagiado por el escritor
belga de lengua neerlandesa y premio Nobel Maurice Materlinck
(1862-1949), en su libro La
Vie des termites (1926).
Existe una película estupenda sobre Marais, Die
Wonderwerker
(2012) de Katinka Heyns, que se centra en el periodo en que el poeta
estuvo convaleciente de malaria en una granja del Waterberg.
Mi interés por
Marais lo suscitó el libro Dwaalstories
en ander vertellings (1927),
que llegó a mis manos en la versión inglesa de Jacques Coetzee The
Rain Bull and other tales from the San
(2007). Este título (“El toro de la lluvia y otros relatos de los
san”) tiene poco que ver con el original, que podría traducirse
como “cuentos errabundos”.
La vinculación de
estos relatos viajeros con la verdadera tradición oral de los
pueblos bosquimanos del sur de África es debatible, aunque no cabe
descartar que algunos elementos procedan realmente de cuentos
tradicionales que Marais escuchó. El caso es que asegura haberlos
escuchado de labios de un bosquimano centenario llamado Hendrik con
al que parece ser que frecuentó mucho en 1913 cuando el poeta estaba
pasando una temporada en la granja Rietfontein del Waterberg, al
norte de Pretoria.
La prosa de los
relatos es muy poética, y recuerda en muchas cosas a la de las
Leyendas
de Guatemala (1930)
de
Miguel Ángel Asturias. Como ha sugerido el biógrafo de Marais, Leon
Rousseau, no cabe descartar que Hendrik relatara las historias bajo
la influencia del dagga
(la
forma local de la marihuana) y el poeta los adaptara más tarde bajo
la influencia de la morfina (The
Dark Stream: The Story of Eugène Marais,
Johannesburgo, Jonathan Ball, 1999, p. 262). El resultado es una obra
maestra de la prosa en afrikáans.
Comoquiera que fuese
el proceso de creación de las Dwaalstories,
el caso es que Marais insertó en ellas varios poemas, entre los que
se cuenta el que aquí ofrezco en una tentativa de traducción en
verso libre. El poema no necesita mayores aclaraciones, salvo quizá
decir que, por supuesto, “la gente menuda” (die
kleinvolk)
mencionada en la penúltima estrofa, no son otras que las termitas,
que se agitan en sus moradas al sentir la proximidad de la lluvia.
El texto afrikáans
lo he tomado de la web http://allpoetry.com/Die-Dans-Van-Die-Reen.
La fotografía de Marais procede de la entrada sobre él en
Wikipedia. La otra fotografía es de Helena, y muestra un aguacero
visto desde la colina Witeberg, varios kilómetros al norte de
Marydale, cruzado el río Orange, que visitamos con Neil Rusch el 15
de marzo de 2011 y que probablemente es K”amm xhára ka !kau, la
elevación desde la que, según ||kabbo, cierto !gixa de |xam-ka !au
“cortaba la lluvia” para aliviar la sequía en su territorio. No
es propiamente el Kalahari, pero sin duda esta zona de sabana se
parece a la que Marais tenía en mente al componer el poema. Estoy en
deuda con mi profesor de afrikáans, Izak Johann Meyer, quien me
ayudó en su día a pulir una traducción al ingles de “Die dans
van die reën” que hice como ejercicio de clase. El poema, sin
embargo, está traducido al castellano directamente de la lengua
original.
Dien
dans van die reën
Eugène
Marais
Lied
van die vioolspeler, Jan Konterdans, Uit die Groot Woestyn
O
die dans van ons Suster!
Eers
oor die bergtop loer sy skelm,
en
haar oge is skaam;
en
sy lag saggies.
En
van ver af wink sy met die een hand;
haar
armbande blink en haar krale skitter;
saggies
roep sy.
Sy
vertel die winde van die dans
en
sy nooi hulle uit, want die werf is wyd en die bruilof groot.
Die grootwild jaag uit die vlakte,
hulle
dam op die bulttop,
wyd
rek hulle die neusgate
en
hulle sluk die wind;
en
hulle buk, om haar fyn spore op die sand te sien.
Die kleinvolk diep onder die grond hoor die sleep van haar voete,
en
hulle kruip nader en sing saggies:
“Ons
Suster! Ons Suster! Jy het gekom! Jy het gekom!”
En
haar krale skud,
en
haar koperringe blink in die wegraak van die son.
Op
haar voorkop is die vuurpluim van die berggier;
sy
trap af van die hoogte;
sy
sprei die vaalkaros met altwee arms uit;
die
asem van die wind raak weg.
O,
die dans van ons Suster!
La
danza de la lluvia
Canción
del violinista Jan Konterdans, del Gran Desierto (Kalahari)
¡Oh
la danza de nuestra hermana!
Primero,
otea taimada desde la cima
tímidos
los ojos;
la
risa dulce.
Y
desde lejos hace señas con una mano;
sus
brazaletes brillan y centellean sus abalorios,
con
dulzura llama.
Habla
a los vientos de la danza
y
los invita, porque la explanada es amplia y espléndidas serán las
bodas.
Los
grandes antílopes corren sobre la llanura,
se
congregan en lo alto de la colina,
dilatan
al máximo sus fosas nasales
y
tragan el viento;
y
se inclinan, para ver sobre la arena su rastro sutil.
En
lo hondo de la tierra, la gente menuda
escucha
el murmullo de sus pies,
y
se acerca a rastras y canta suavemente:
“¡Hermana!
¡Hermana! ¡Has venido! ¡Has venido!’’
Y
sus abalorios se agitan,
y
sus ajorcas de cobre relumbran en el descenso del sol.
Sobre
su frente está el penacho de fuego del águila de la montaña;
desciende
desde las alturas,
con
ambos brazos despliega el manto gris;
el
aliento del viento se pierde.
¡Oh
la danza de nuestra hermana!
Traducción
de J. M. de Prada-Samper
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