La semana pasada estuve en la exposición que la sala de Gas Natural Fenosa albergó del fotógrafo japonés Takeshi Shikama. La muestra con el sugerente título de Los murmullos del bosque me proporcionó buenos momentos de placer.
Las fotografías están impresas sobre un delicado papel japonés, el Gampi, que se elabora artesanalmente y que tiene un cierto tono crema.
Todas son imágenes de árboles, sin gente. Y fotografías de pequeño formato en espacios muy diferentes: desde parques naturales del Oeste americano, la costa del Pacífico, Japón..., a parques urbanos como Central Park, en Nueva York, o el Jardín de Luxemburgo, en París.
El resultado es hipnótico, mágico muchas veces. Esas imágenes nuevas, que parecen antiguas, como de las primeras épocas de la fotografía, nos traen ante nuestros ojos una mirada nueva sobre la naturaleza: los árboles están ahí, en todas partes. Silenciosos. Poderosos. Murmullos del bosque que se pueden oír incluso en las grandes ciudades por debajo del rumor de los coches y entre los edificios pretenciosos que quieren ser más altos que ellos. No necesitan hacer nada. No necesitan imponerse. Simplemente son.
Por eso es tan impresionante que Takeshi Shikama coloque la cámara entre ellos. No necesita imprimir en un formato muy grande. Las fotos son un poco mayores que un folio. Lo que en un principio me decepciono, luego me encantó. Es como si me hubieran puesto las fotos a la altura de los pies y hubiera tenido que agacharme para mirarlas: tan acostumbrados siempre a tener todo a la vista, que miramos sin ver.
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