martes, 22 de junio de 2010

EL ARTE QUE AGITA EL ESPÍRITU Y CALMA EL MIEDO



Muchas veces me pregunté en el pasado por la utilidad del arte en nuestra vida. Comparado con un médico, un agricultor, un albañil... ¿para qué sirve el artista?, me preguntaba cuestionando mi propia vocación y ambiciones. Ahora sé que sirve para todo. Cuando todo lo demás falla, el Arte es lo único que queda. Es un asidero al que agarrarse mientras el mundo tiembla. Cuando las cosas van bien, el Arte sigue funcionando, haciéndonos viajar a otras esferas del sonido, de la imagen... permitiéndonos disfrutar del presente y abriendo nuestros sentidos a nuevas dimensiones.

Se ha especulado mucho sobre si el hombre primitivo descubrió primero la música o fue la palabra o el descubrimiento fue simultáneo. Qué más da. El caso es que el Arte sirve para aplacar el miedo, para ofrecernos un viaje a lugares soñados y producir en nosotros emociones placenteras e intensas.
Ya sea escuchar un cuento, contemplar un cuadro o dejarse acompañar por la música, el Arte nos permite superar nuestras propias limitaciones.

Por eso me han gustado mucho las reflexiones que ahora comparto con vosotros del libro del libro de Eduardo Punset: El viaje a la felicidad. Las nuevas claves científicas. Edit. Destino. Barcelona 2005


Hasta hace pocos años, las preguntas en torno a la filosofía del arte no pretendían hallar respuestas científicas, en parte porque no existían los medios para comprobar las reacciones cerebrales ante los estímulos artísticos. Tampoco parecían interesar excesivamente las posibles respuestas de la ciencia frente a un mundo artístico que parecía mágico, casi religioso. El arte conmovía las mentes agitaba el espíritu, alegraba los ánimos decaídos. El arte "funcionaba", y eso bastaba. Actualmente se están desarrollando importantes investigaciones sobre el efecto del arte en el cerebro (...) y se dispone ya de datos científicos que pueden contraponerse a las teorías clásicas del arte barajadas hasta ahora. Aquí sugerimos que el arte y la música formaban parte de la "búsqueda de amparo" del hombre primitivo, que anonadado por la angustia del miedo, buscaba respuestas en la religión, el arte y la organización política. Se trata de una búsqueda mediatizada por el sistema límbico para paliar las dificultades de la supervivencia.
(Pp. 168-169)


(...) uno de los principios más importantes de la felicidad son los sentimientos de competencia y de autonomía. Y los individuos capaces de disfrutar del arte pueden acceder a la experiencia de superar sus propias limitaciones -físicas, en la danza, o de cualquier otra índole, según la disciplina artística-. Un milagro que explica, en parte, el aura mágica que rodea al arte. Una posibilidad sencilla, que no necesita una máquina del tiempo ni ningún artilugio futurista para trasportarnos, fugazmente, al lugar donde siempre quisimos estar. Bailar en el Bolshoi, contemplar el mar tempestuoso a bordo de un barco de Turner, acariciar las curvas de la Maja desnuda o descansar a orillas de un Sorolla soleado, es una forma de alejarse de las propias limitaciones, de viajar hacia la felicidad, pudiendo regresar sin peligro y sin efectos secundarios.
Las drogas prometen algo muy parecido, pero sus efectos no se controlan tan fácilmente.
(Pp. 170-171)




Las fotos que acompañan esta entrada están tomadas en las montañas del Cederberg en agosto del 2009.

martes, 1 de junio de 2010

CONTES I TOCS EN EL PICASSO



Helena. Desde el mes de marzo en el Museo Picasso de Barcelona se realizan unos recorridos para niños de 3 a 6 años por algunas de las obras de la colección.
Es una de esas apuestas que cuando Patricia McGill me esbozó la idea se me iluminó la cara. No se trata de explicar la obra de Picasso, ¡sino de jugar con ella!

Si este cuadro, no fuera un cuadro, ¿qué electrodoméstico sería?
¿Por qué este hombre con gorra tiene las orejas tapadas? ¿Será que tiene orejas de burro?
¿Se puede saber qué le está diciendo la Sra. Canales a su vecina? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Se le ha caído la pinza?

Las imágenes de los cuadros despiertan ecos en nuestro interior. Un día soleado puede ser gris; un monstruo es un amigo con tres orejas, cuatro ojos y, por supuesto, una sola pierna; un museo es una sala enorme con varias puertas y una cuerda como llave.

No solo los niños se divierten. Cada día que voy me siento más pequeña. Me gustaría poder alcanzar el imaginario que tuve algún día con tres años y que toda mi educación reglada se esforzó en pulir. En realidad es fácil: basta escoltar pels llavis i parlar per las orellas ( escuchar con los labios y hablar con las orejas).