domingo, 30 de septiembre de 2007

ELIAS CANETTI

La Fundación Círculo de Lectores ha organizado una exposición en honor de Elias Canetti, con el título: Poder y supervivencia.

En esta exposición se reflexiona sobre el pensamiento y la obra de Canetti, sobre el poder de la masa, pero también de las palabras y del lenguaje.

Canetti habitó muchas lenguas: el español sefardí, el búlgaro, que curiosamente olvidó, el inglés y, sobre todo, el alemán.

Las mujeres que amó, los libros que se pasearon por su vida y los acontecimientos que le tocó vivir - transcendentales porque Canetti vivió de 1905-1994- se nos muestran en imágenes y paneles que, aunque afortunadamente no pueden resumir toda una vida, nos adentran en el pensamiento de este escritor del s. XX.

Somos lo que comemos, sí, pero también lo que leemos, y hay escritores que nos son tan cercanos y queridos que no seriamos los mismos sin ellos, a Jose le ocurre eso con Elias Canetti, por eso, y aunque se encuentra en Suráfrica, no he querido dejar de preguntarle cómo surgió esa pasión y de que manera le ha influido.

Jose: Descubrí la obra de Canetti a través de su primer libro, la novela "Auto de fe", una obra maestra de la estética de lo grotesco y lo extremo. Sentí la necesidad de leer más sobre el autor, y devoré uno tras otro aquellos de sus libros que entonces se habían traducido. Mi vocación, y la persona que soy ahora, nacen de la impresión que me causó uno de sus ensayos breves, "La profesión de escritor", donde recomienda al aspirante a escritor empaparse de mitos de los llamados pueblos primitivos. Que el hombre que había escrito "Auto de fe" pudiera dar ese consejo le conferia a este más autoridad todavía, así que lo seguí. Uno de los primeros libros que adquirí y leí siguiendo esa recomendación fue "Specimens of Bushman Folklore" de Bleek y Lloyd. Si en estos momentos estoy en Suráfrica es, entre otros motivos, para intentar encontrar un sentido a toda la hermosura y el dolor que me han acompañado desde que leí ese libro.

Helena: Por lo que a mí respecta, os quiero dejar con un texto de Canetti que habla de historias de lobos - tema que de por sí ejerce una poderosa atracción sobre mí - y en el que habla de la importancia de los relatos, de los cuentos, y de la curiosa manera como los recuerda nuestra memoria.

ELIAS CANETTI
La lengua salvada
Pag. 31-32
Edit. DeBolsillo 2005


"Algunos años excepcionales el Danubio se helaba en invierno y la gente contaba historias fabulosas sobre el fenómeno. En su juventud, mi madre cruzó varias veces en trineo a Rumania y me enseñaba las pielas en las que había ido arropada. Cuando el frío, arreciaba, los lobos bajaban de las montañas y, hambrientos, atacaban a los caballos de los trineos. El cochero intentaba ahuyentarlos a latigazos, pero eso no servía de nada y tenía que disparar contra ellos. En una de esas excursiones resultó que no se había llevado ningún arma. Un circasiano armado que vivía en casa como criado tendría que haber acompañado el trineo, pero no se había presentado y el cochero partió sin él. Fue muy difícil rechazar a los lobos y el peligro fue enorme. Si no hubiera venido casualmente de frente un trineo con dos hombres que mataron a tiros a un lobo y ahuyentaron a los demás el desenlace hubiera sido fatal. Mi madre pasó mucho miedo, describía las lenguas rojas de los lobos, que llegaron a acercársele tanto que aún años más tarde soñaba con ellos.

Yo le pedía a menudo que me contara esa historia y ella lo hacía de buena gana. Así los lobos fueron los primeros animales salvajes que poblaron mi imaginación. El temor a ellos estaba alimentado por los cuentos que oía contar a las muchachas campesinas búlgaras. Cinco, seis de ellas vivían siempre en nuestra casa. Eran muy jóvenes, tenían quizá diez o doce años, y habían sido traídas por sus familias de los pueblos a la ciudad, donde las colocaban de criadas en las casas de los burgueses. Andaban descalzas por la casa y siempre estaban de buen humor, no tenían mucho que hacer, y lo hacían juntas; fueron mis primeras compañeras de juego.

Por la noche, cuando mis padres salían, yo me quedaba en casa con ellas. A lo largo de las paredes de la gran sala de estar había sofás turcos bajos. Aparte de las alfombras que se extendían por todas partes y de algunas mesas pequeñas, eran, que yo recuerde, los únicos muebles permanentes de esa habitación. Cuando oscurecía las muchachas sentían miedo. Nos apiñábamos todos en uno de los sofás, junto a la ventana, yo en el medio, y entonces empezaban a contar sus historias de hombres-lobo y vampiros. Apenas terminaba una cuando empezaban con la siguiente, era horripilante, y sin embargo yo, apretado contra las chicas por todas partes, me sentía muy bien. Teníamos tanto miedo que nadie se atrevía a levantarse, y cuando mis padres regresaban a casa nos encontraban temblando amontonados.

De los cuentos que oí solo recuerdo los que trataban de vampiros y hombres-lobo. Quizá no me contaran otros. No puedo coger un libro de cuentos de los Balcanes sin reconocer inmediatamente alguno de ellos. Los tengo presentes con todos los detalles, aunque no en la lengua en que los oí. Los oí en búlgaro, pero los conozco en alemán esta misteriosa traducción es quizá lo más curioso que tengo que relatar de mi juventud, y como el destino lingüístico de la mayoría de los niños transcurre de otra manera debería decir algo más sobre esto. (...)"


La exposición se puede visitar en Barcelona hasta el 10 de noviembre de 2007 en:

Centro Cultural Fundación Círculo de Lectores
Consell de Cent, 323
Barcelona
Horario: de lunes a viernes de 10 a 20 h.
sábados de 11 a 14 y de 17 a 20 h.
domingos y festivos, cerrado.

domingo, 2 de septiembre de 2007

LAS HISTORIAS Y LOS FUNCIONARIOS

La semana pasada Jose y yo vimos una película que nos impactó mucho "La vida de los otros" de Florian Henckel Von Donnersmarck. Aún sigue en cartelera, o sea que recomiendo a todos los que aún no la hayan visto que no esperen más. La acción transcurre en 1984 en la República Democrática Alemana; la dictadura comunista a través de su aparato controlador, la Stasi, vigila a todos los ciudadanos susceptibles de tener afinidades políticas pro-occidentales. Pero ¿qué ocurre cuando el que vigila, el espía de la vida de los otros, escucha y se inmiscuye en las vidas de los espiados? ¿Puede permanecer indiferente a todo lo que ve y siente desde su silencioso escondrijo?

Curiosamente esta película me evocó un libro de Mircea Eliade El viejo y el funcionario. En la calle Mantuleasa. En este caso la acción transcurre en Budapest, pero también el aparato del Estado intenta controlar la vida de sus ciudadanos a través de todas sus historias. Escucharlas, transcribirlas, analizarlas, despedazarlas para etiquetarlas y limpiarlas de toda sospecha. Exactamente igual que en "La Vida de los otros".

Sin embargo, las historias, igual que la vida de las personas, tienen infinidad de ramificaciones, unas llevan a otras, y no se pueden entender si antes no se conoce la evocación de tal lugar o la relación de tal persona con tal otra. Las historias atrapan a los funcionarios del Estado, les enredan y les llevan de un lugar a otro. Luchan por evitar el etiquetaje y discurren por sinuosos vericuetos que son viajes auténticos al territorio del mito, de la leyenda y de la propia historia del individuo.

El viejecito de la novela de Mircea, Farama, es sistemáticamente interrogado por un ejército de funcionarios que se sienten subyugados por las historias que cuenta pero desbordados por ellas.

Tanto en la novela, como en la película que comentaba, como en la vida que nos toca vivir, cuando el caos y la falta de libertades amenazan nuestras identidades individuales, siempre, siempre, siempre, nos queda el incontrolable y poderoso terreno de la Narración.

"- Farama - interrumpió Ana Vogel-, beba usted el champán porque se calienta.
Farama inclinó con respeto la cabeza y se bebió toda la copa de un solo trago. Después se levantó, se inclinó varias veces, colocó la copa en la mesita y volvió a sentarse en el sillón.

- Y ahora, mientras no se pierda en historias -continuó Ana Vogel-, quiero que sepa que sí me gustan todos sus relatos, especialmente me gustaría saber lo que le ocurrió a Oana, con su marido el estoniano y con Lixandru...

- Allí quería también yo llegar - empezó Farama, sonriendo confuso-, porque en su boda, el doctor habló de sus peripecias y a través de esa boda se anudan muchas aventuras. Pero, para que comprenda bien, tiene usted que saber que Lixandru había hecho amistad con un joven algo mayor que él, de unos veinte años, Dragomir Calomfirescu. Les gustaba pasear durante la noche por las calles solamente ellos dos y hablando poco. Porque Dragomir era por naturaleza callado y meláncolico, y Lixandru, cuando no empezaba a recitar versos, tampoco hablaba. Y en una noche, después de haberse paseado bastante tiempo callados, Lixandru exclamó de repente: "Si supiera adónde llegó la saeta y dónde se encuentra Iozi, ¡lo sabría todo! "Dragomir no conocía más que fragmentos de todas estas historias y Lixandru se las relató por entero. Cuando terminó, Dragomir sonrió con amargura y dijo: "Durante mi infancia, no tuve la suerte de vivir esas raras aventuras. Todo lo que ha sido extraño y extraordinario en mi vida, me ocurrió antes de nacer y después, más tarde cuando ya no era un niño. Pero recuerdo, sin embargo, un detalle: cuando tenía unos ocho años, tuve la escarlatina y fui internado en el hospital. Me daban toda clase de libros con cuentos y aventuras. Probablemente las he leído todas, pero las he olvidado. Aunque no olvidaré nunca un cuento de Carmen Sylva, el cual no llegué a terminar porque en aquella mañana salí del hospital y todos los libros que fueron tocados por mí, como no los podían desifectar los quemaron. En verdad, de aquel cuento sólo recuerdo fragmentos aislados y quizá sin importancia: una muchacha extraordinariamente hermosa, que iba montada sobre un elefante blanco, un templo antiguo en algún lugar de la India. Eso es todo, pero para mí es el más precioso recuerdo de infancia. Años seguidos luché para encontrar el libro y terminar de leer el cuento empezado en el hospital. Pero ahora estoy seguro que no voy a descubrir jamás quién era aquella muchacha tan hermosa, que iba montada en un elefante blanco y que buscaba en un templo indio... Tú has aprendido el hebreo para comprender una aventura de infancia. Has hecho muy bien, pero ten cuidado: párate ahí..." Subrayó con tanta fuerza las palabras que Lixandru se paró y le preguntó: "¿Qué quieres decir?".

EL VIEJO Y EL FUNCIONARIO. EN LA CALLE MANTULEASA
Mircea Eliade
Edit. Laia. Abril 1984
pp 70-71