domingo, 25 de octubre de 2015

UNA SEMILLA, UN ÁRBOL, UN FANTASMA

Una anciana de 89 años que vive en Sederville, la zona segregada para los "Coloured" (mestizos) de Clanwilliam, me ha conmovido profundamente. 

Hemos llamado a su puerta porque alguien le había dicho a Patrick, mi ayudante, que esta ouma ("abuela", pero en afrikaans usado de forma muy generalizada como tratamiento de respeto a la gente mayor) era una buena informante. 


La mujer me ha mirado con extrañeza al abrirnos la puerta y escuchar la retahíla con la que explicamos siempre el objeto de nuestra visita (que estamos aquí para recoger cuentos, historias...). 


No le faltaba razón, pues lo cierto es que ya la habíamos entrevistado hace casi un mes, pero como parte de un grupo que suele reunirse tres veces por semana en una iglesia próxima. 


Aclarada la circunstancia de que ya nos conocíamos, la entrevista ha empezado de forma casi inmediata, pues se daban las condiciones para que yo pudiera filmarla sosteniendo la cámara en la mano, sin tener que que montar el trípode,  y Petronella estaba muy deseosa de compartir con nosotros sus relatos. 


Se acordaba perfectamente del tipo de historias que nos interesan: sobre la presa y su historia, sobre los traslados forzosos que su construcción provocó en las comunidades mestizas que vivían cerca del río, y que fueron mucho más allá de las necesidades de reubicación que este tipo de obras siempre causan. 


Aquí en ambos casos, pero sobre todo durante la ampliación de los años de 1970, se trato de operaciones de "limpieza" destinadas a desposeer a los mestizos y apartarlos de la población de origen europeo. 


Ouma Petronella Price nos ha contado relatos sobre estos tristes hechos, relatos que pueden inscribirse en lo que podríamos llamar la dimensión histórica de los avatares de su comunidad. 


Otros relatos podríamos clasificarlos como pertenecientes a una dimensión mítica, pero seria una falacia porque para Ouma Petronella son tan históricos como los otros. 


Relatos sobre la waternoointjie, "la doncella del agua", que vive en manantiales, lagunas, ríos y, como no, también en la presa, a veces junto a su equivalente masculino, el waterbaas, "el dueño del agua". 


Petronella nunca había visto a estas gentes del agua, pero daba crédito a lo que le habían contado quienes sí lo habían hecho. 


Pero el relato que me ha llegado realmente al alma no tiene que ver ni con los desahucios brutales de la época del apartheid ni con los moradores de las profundidades. 


Nos lo ha contado de forma espontánea, y cabría situarlo entre ambas dimensiones, la histórica y la mítica. 


Hay en la calle Jakaranda, donde ella vive, un árbol muy especial, que tiene una historia que quizá ya nadie más recuerde. 


Hace mucho tiempo un hombre, Augus Crosney, fue a trabajar para un granjero alemán en lo que entonces se llamaba África del Sudoeste, hoy Namibia.


Al volver a Sudáfrica, su jefe la regaló dos semillas de acacia.

semillas de acacia

Cuando se volvió a instalar en Clanwilliam el hombre plantó una de las semillas en su jardín, y le regaló la otra a un vecino.

Su semilla no fructificó, pero sí la del vecino.


Con el tiempo aquel árbol se hizo muy grande.




El propio Crosney fue muy longevo. Murió con 105 años. 

De niña, Petronella llegó a conocerlo.


Recordaba que Augus Crosney tenía una larga melena, y que solía sentarse sobre una lápida del cementerio cercano.


Cuando le preguntaban por qué lo hacía, respondía que allí estaba enterrada su esposa.


Petronella no nos ha dicho dónde enterraron a Augus Crosney; quizá en el cementerio "nuevo" de Clanwilliam, a las afueras del pueblo, que ya era viejo cuando ella vino al mundo.


El caso es que el antiguo cementerio está justo al lado de su casa; es una pequeña explanada que yo había tomado por un parque abandonado.




Petronella nos ha dicho también que en verano, cuando el calor es agobiante, sale a menudo a dormir al porche de su casa, que se asoma a ese cementerio.

En Clanwilliam, en verano, no se produce ningún tipo de neblina, pero Petronella ha visto a menudo levantarse una calima blanca del lugar donde está la tumba de la esposa de Augus Crosney.

La neblina termina por cobrar cierta forma humana, cuyos pies nunca tocan el suelo.

La ha visto a menudo, y no le da miedo porque, como muchos fantasmas de los que me han hablado por aquí, no se manifiesta para hacer daño a los vivos.

Mientras la anciana contaba su relato, he recordado que, al bajarme del coche cuando lo hemos aparcado delante de su casa, me había llamado la atención ver en el suelo algunas semillas (en realidad vainas con varias semillas) de un tipo de acacia que prospera sobre todo a lo largo del río Orange y en el Kalahari. En castellano se la conoce como espina de camello.

Jamás había visto semillas así tan al sur.

Reparé en ellas por primera vez hace unos años, cuando recogí algunas procedentes de cierto árbol de la misma especie, también muy longevo, que todavía, aunque con dificultad, crece en Kenhardt, a 800 kilómetros de aquí.

Vídeo en ristre, hemos salido a la calle, detrás de Petronella Price, para ver y palpar esta demostración de que, en verdad, la sabiduría, y los relatos que la transmiten, residen en los lugares.

Hemos filmado y fotografiado el árbol, el cementerio, el lugar, ahora sin marcar, donde está la tumba de la esposa de Augus Crosney.

El árbol está en la acera de enfrente, un poco más allá de su casa.

Es enorme, lo que indica una edad considerable.

Si mis cálculos no fallan, Crosney recibió esas semillas en los inicios de la infausta colonización alemana de Namibia, a mediados de la década de 1880.

La anciana lo ha visto allí desde que tiene uso de razón, y sin duda para entonces el árbol no era precisamente joven.

Petronella Price piensa, y nosotros también, que el árbol debería estar protegido, y que su historia no debería perderse.

Por eso nos la ha contado.

Por eso ahora os la he contado yo a vosotros. 

PD: Hoy hemos entrevistado a otros dos habitantes de Clanwilliam, y les hemos preguntado por Augus Crosney.

Sabían de él y de su familia, pero no conocían la historia de la acacia, de la que quizá Petronella era, hasta ahora, la única depositaria.


Por otro lado, dos de los arqueólogos con los que comparto casa, y a los que ayer conté esta historia, han ido hoy a ver el árbol de la calle Jakaranda. Una de ellas, Jessica, ha recogido semillas, que piensa plantar en el jardín de su casa, en Johannesburgo, en una parte del subcontinente donde esta especie se da bien. El árbol de Augus Crosney, esperemos, tendrá allí descendencia. Esperemos también que la historia viaje con Jessica, y que allí donde ese nuevo árbol crezca, se asiente también el relato.