jueves, 19 de abril de 2007

SÁNDOR MÁRAI

El próximo 23 de abril es uno de los días más bonitos en Cataluña, Sant Jordi, el día del libro y de la rosa. También en Valladolid, en toda Castilla y León es un día festivo; lo cual no deja de ser curioso puesto que lo que se "celebra" es la derrota de los comuneros frente a las trompas imperiales de Carlos V, pero en fin cosas de la historia... Y puestos a evidenciar contradicciones también lo es que Sant Jordi sea un día laborable, ¿o no?

En cualquier caso es un día en el que se regalan muchos libros. Y eso me lleva a reflexionar sobre el por qué y el cómo leemos. Lo haré a través de un párrafo de un autor que he descubierto recientemente y que me parece fascinante: Sándor Marai, considerado como un clásico de la literatura húngara del S.XX.

"La mujer justa" narra una historia de amor a tres voces y con tres diferentes puntos de vista: el de la mujer, el del marido y el del amante. El libro es una reflexión sobre el amor, lógicamente, pero también sobre las emociones, la burguesía, la guerra, la felicidad... Y en ocasiones encuentras joyas tan preciadas como la que os destaco ahora sobre el sentido de la lectura. Se encuentra en el monólogo del marido, hacia la mitad de la novela y expresa de forma contundente el peligro del aburguesamiento en la lectura y en la vida.

LA MUJER JUSTA
Sándor Marai
Edit. Salamandra
pp.214-215

"Leía mucho. Pero con la lectura pasa lo mismo, ya sabes... sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo. Quiero decir que sólo si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir y ser herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser convencido, y luego, una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo en construir algo en la vida o en el trabajo...
Un día me di cuenta de que en realidad yo no ponía nada en mis lecturas. Leía como el que se encuentra en una ciudad extranjera y por pasar el rato se refugia en un museo cualquiera a contemplar con una educada indiferencia los objetos expuestos. Casi leía por sentido del deber: ha salido un libro nuevo que está en boca de todos, hay que leerlo. O bien: esta obra clásica aún no la he leído, por lo tanto, mi cultura resulta incompleta y siento la necesidad de llenar esa laguna, así que voy a dedicar una hora por la mañana y otra por la noche a leerla. Ésa era mi forma de leer... Hubo un tiempo en que la lectura era para mí una auténtica experiencia, el corazón me brincaba dentro del pecho cuando tomaba entre mis manos la última obra de un autor conocido, el nuev libro era como un encuentro, una compañía peligrosa de la que podían surgir emociones gratificantes, pero también consecuencias dolorosas e inquietantes. Pero para entonces ya leía igual que iba a la fábrica, participaba en eventos sociales o acudía al teatro, igual que vivía en casa con mi mujer, lleno de atenciones y de cortesía, y mientras tanto me torturaba el corazón una sensación cada vez más aplastante, un grito sordo que me advertía que tenía un problema grave, que estaba en peligro o quizá enfermo, o tal vez que estaba siendo víctima de una traición o una conspiración, y sentía que seguiría sin saber nada seguro hasta que despertara un día y comprobara que estaba desmoronándose todo lo que había construido y dispuesto en un orden meticuloso y esmerado, el prestigio y la obra maestra de las buenas maneras y de la convivencia cortés... Vivía con esa sensación."

miércoles, 18 de abril de 2007

MEME LECTOR

Juanma me ha embarcado en el proceso este que el llama "enmarronamiento memero" y que consiste en lo siguiente:

Es fácil: copiar el párrafo segundo de la página 139 del libro que estés leyendo en ese momento. Se presupone, pues, que te gusta leer y que tienes tiempo para ello.

Como me gusta enmarronarme, ahí va mi aportación.

"Cuando vio que la muchacha volvía muy enferma de la charca y se había atado una correa a la cabeza, también él se ató una correa. Y entonces enfermó. Y cuando oyó decir a los otros que el corazón de la muchacha estaba a punto de caer, él se apresuró a enfermar. (En realidad estaba sano, y fingía estar enfermo. ) Y cuando oyó decir a los otros que el corazón de la muchacha estaba a punto de caer, /Kuken/u/unno murió."

La niña que creó las estrellas. Relatos orales de los bosquimanos /xam
Selección, traducción y prólogo: José Manuel de Prada Samper.
Edit. Rescatados Lengua de Trapo. Octubre 2004

Genial, ¿no? Es toda una historia concentrada en un parrafo. ¡Y no he hecho trampa! Es del libro que escribió un amigo, quién además tuvo el detallazo de regalármelo . Gracias, José.

Y yo enmarrono a Pau (como soy torpe no sé hacer el enlace) pero está en mis blogs de amigos como el Sr. Cebolleta. Pau por si solo será capaz de citar 7 u 8 libros. Seguro.

martes, 10 de abril de 2007

BOCALLAVE

Del 16 de marzo al 15 de abril se presenta en la sala de exposiciones "Palacio de Pimentel" de Valladolid la exposición Para abrir boca que promueve la asociación cultural Bocallave. El entorno no puede ser más hermoso la casa palacio donde nació en 1527 Felipe II.

Con el hilo conductor de la palabra bocallave se presentan obras de soportes y planteamientos muy diversos: composiciones musicales, esculturas, danza, audiovisuales, poemas, fotografías, cuentos... Me siento contentísima de haber aportado mi granito de arena con el cuento que os presentaré a continuación porque la exposición es preciosa; y no solo en el Palacio de Pimentel, también lo fue en la inauguración de diciembre en la sala de Ciguñuela, sede de la asociación. Pero sobretodo me siento contenta porque esto ha servido de punto de encuentro con gente entusiasta y llena de ideas, y con dos queridos amigos: Pablo de Castro y Agustín Calvo Galán. Los dos tienen sus proyectos propios en Para abrir boca y además han aportado belleza a mi cuento: Pablo a través de la maquetación y Agustín con la ilustración.

Se ha editado un libro-DVD de edición limitada y numerada que recoge la totalidad de las obras presentadas. Podéis descargarlo en el siguiente enlace:

http://www.xolido.com/?idarticulo=33061

Espero que éste sea uno de los muchos proyectos que organice y promueva la Asociación Bocallave. Enhorabuena. Y muchas gracias.

BOCALLAVE

El Sr. Conejo abrió la puerta de golpe y se sentó deprisa en la silla que estaba enfrente de Alicia.

- Buenas tardes, Sr. Conejo – dijo Alicia mientras le servía el té. - ¿Un poco de leche?
- Todos los días la misma pregunta – le dijo el Sr. Conejo consultando su reloj- Cuanto te gusta perder el tiempo. Ya deberías saber que no me gusta la leche pero ponme dos terrones de azúcar.
- ¿Unas galletitas? Las he hecho yo misma.
- No tengo tiempo. No tengo tiempo – replicó el Sr. Conejo mientras se levantaba de la mesa – Aunque..., pensándolo bien, me llevaré dos para el camino.

El Sr. Conejo se guardó dos galletitas en el bolsillo de su levita. Y salió de manera precipitada por la misma puerta por la que había entrado.

Alicia no pudo despedirse pero, eso, no tenía la menor importancia porque estaba segura de que al día siguiente, a la misma hora, volvería a visitarla. Por otro lado, esperaba a su segundo invitado, tan puntual como lo eran los demás.

Y, efectivamente, aquí estaba:

- Buenas tardes, Sr. Gato – dijo Alicia ayudándole a abrir la segunda de las puertas – Pase,
pase.
- Miaaauuuu – Le dio las gracias el Sr. Gato, que era ,sin lugar a dudas, muy educado.
- Leche con un poco de té, ¿verdad? – le preguntó Alicia cortésmente.
- Miau, miau.

Aquel día el Sr. Gato le enseñó a doblar las servilletas en forma de ratón. Fue muy divertido porque ninguno de los dos había visto antes ratones a cuadros blancos y rojos, con orejas de puntillas y migas de pastel en los bigotes.

- Hasta mañana, Sr. Gato, cuídese – se despidió Alicia sujetándole la puerta y diciéndole adiós con la mano.

Antes de que pudiera volver a sentarse, llamaron a la tercera puerta.

Toc-Toc golpeó con los nudillos la Sra. Margarita al mismo tiempo que introducía la llave en la cerradura y hacía girar el pestillo.

- ¡Qué día hoy, querida! Creía que el jardinero acabaría por cortar mi precioso tallo. Y luego un estúpido enamorado casi me arranca los pétalos uno a uno desgranando síes y noes.
- ¡Qué barbaridad! Menudo estrés. Tiene que estar agotada – contestó Alicia imitando el tono de voz de su madre cuando conversaba con la vecina.

La Sra. Margarita hablaba demasiado y siempre contaba las mismas cosas: que si las mariposas no son lo que eran, que si las abejas no dejaban de zumbar, que si el calor apretaba demasiado...

Pero Alicia la escuchaba dichosa, porque sabía que la siguiente visita la compensaría con creces de la chachara incansable de la Sra. Margarita.

Así era, el Príncipe Azul con su cara azul, sus manos enguantadas en guantes azules y su voz azulada, abría la cuarta puerta y se acercaba sigiloso por detrás de la Sra. Margarita.

- ¡Aaaggggg! - gritaba ella huyendo despavorida.

La Sra. Margarita pensaba que todos los Príncipes Azules están siempre enamorados. Y, claro, el enamoramiento es una de las situaciones más peligrosas para una flor.

- Buenas tardes, mi niña. – decía azuladamente el Príncipe Azul - ¿Qué has hecho hoy en la escuela? ¿Has aprendido alguna canción? ¿Alguna frase nueva en francés o en inglés? Cuando viajemos por el mundo te será muy útil saber idiomas. Y también cantar: la música es capaz de llenar el silencio mejor que las palabras.

Y, Alicia, entre suspiro y suspiro, entre risa tonta y risa tonta, se repasaba la lección. Quería ser una mujer preparada para cualquier eventualidad que le pudiera surgir en todo el vasto mundo.

Casi sin darse cuenta llegaba la hora de la cena. Siempre quedaba una puerta sin abrirse. Pero se hacía de noche y su madre era inflexible:

- Alicia, vas a coger frío si te quedas más rato en el jardín. Venga. Ya es hora de entrar en la casa – la acuciaba con los brazos en jarra.
- Pero mamá... – replicaba Alicia en vano – ¿No ves que aún queda una puerta por abrir?
- ¿Una puerta? Alicia, vas a dejar de leer esos libros tan raros que te traes de la biblioteca.

Entonces, Alicia, a medias resignada, recogía el viejo bocallave colgado de la rama del árbol y se lo guardaba en el bolso del pantalón vaquero.





martes, 3 de abril de 2007

SALAMBÓ de FLAUBERT

Un año más estamos en plena Semana Santa. El cristianismo supuso el fin del Mundo Antiguo, entendiendo por ello el fin de un modo de vida. Atrás fueron quedando dioses, sacrificios y rituales paganos, el hedonismo, la voluptuosidad y las formas sociales y políticas de griegos y romanos. Bueno, por suerte nos quedan muchas cosas con las que evocar otros mundos y otras historias, ni mejores ni peores pero sí maravillosamente diferentes.

Flaubert creo con Salambó una obra densa, rica y sobre todo profundamente evocativa, justo igual que Alma-Tadema con su pintura precisa, delicada y arcaica. Dos enamorados del mundo antiguo.

FELICES VACACIONES

SALAMBÓ. La princesa de Cartago
Gustave Flaubert
Edit. Edhasa 1996
p. 50

Salambó subió a la terraza de su palacio, sostenida por una esclava que llevaba en un brasero de hierro carbones encendidos.
Había en el centro de la terraza un pequeño lecho de marfil, cubierto de pieles de lince, con cojines de pluma de papagayo, animal fatídico consagrado a los dioses; y en las cuatro esquinas se elevaban altos pebeteros, llenos de nardo, incienso, cinamo y mirra. La esclava prendió fuego a los perfumes. Salambó miró a la estrella polar, saludó lentamente a los cuatro puntos cardinales y se arrodilló en el suelo, entre el polvo de azul sembrado de estrellas de oro, a imitación del firmamento. Luego, apoyando los codos en los costados, con los antebrazos extendidos y las manos abiertas, echando la cabeza hacia atrás bajo la luz de la luna, dijo:
- ¡Oh Rabbetna!... ¡Baalet!... ¡Tanit! - y su voz se elevaba quejumbrosa, como si llamara a alguien-. ¡Anatis! ¡Astarté! ¡Derceto! ¡Astaroth! ¡Mylitta! ¡Athara! ¡Elissa! ¡Tiratha!... ¡Por los símbolos ocultos, por los sistros sonoros, por los surcos de la tierra, por el eterno silencio y por la eterna fecundidad, dominadora del mar tenebroso y de las playas, oh reina de las cosas húmedas, salud!