El pasado 20 de marzo estuve con mi amiga Belén en el concierto que Franco Battiato dió en el Auditorio de Barcelona.
Fue algo así como escuchar la banda sonora de mi vida. Cuando tenía quince años, en la década de los 80, triunfaban temas como: Nómadas, La estación de los amores, Yo quiero verte danzar... que yo coreaba como si me fuera el alma en cada palabra.
En los años 90 y enamorada ya hasta la médula de ese hermoso país que es Italia, tuve la suerte de marcharme con una Erasmus para completar mis estudios de Historia del Arte en Roma. ¡Y allí estuve en el fabuloso concierto que Battiato ofreció una Semana Santa en la Iglesia de Santa Maria en Aracoeli! Eran tiempos de música intimista y mística plasmados en el disco Shadow, Light.
Cuando terminé mis estudios universitos estaba, como vulgarmente se dice, más perdida que un pulpo en un garaje. Y entonces sonaba en mi cabeza la canción Il mantello e la spiga y aquello de "lascia tutto e seguiti" (Deja todo y síguete); o también: "non domandarme dove porta la strada seguila e cammina soltanto" (no me preguntes dónde lleva el camino, síguele y camina únicamente) de È stato molto bello.
Canciones y canciones que he compartido con amigos y que han llenado viajes, tardes a solas en mi casa escuchando música... me han hecho sentir a Franco Battiato como alguien cercano a mí, casi como si nos conociéramos de hace mucho tiempo, aunque nadie nos haya presentado nunca.
Me encanta este hombre que parece hacer siempre lo que le da la gana y que te tiene tantos intereses y tan variados: cine, pintura...
El otro día en el concierto de Barcelona había unos cuantos cientos de personas abarrotando la sala, pero, lo siento, cantó solo para mí. Eso sí, me gustó unirme a la masa de público que aplaudió y saltó en las últimas canciones del concierto porque hay que agradecer siempre al artista que sabe llegarnos tan dentro.
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