miércoles, 10 de julio de 2013

La mujer del viajero en el tiempo

Estos días de calor torrante me ha dado por leerme un libro que tenía pendiente desde hace meses: La mujer del viajero en el tiempo de Audrey Niffenegger. La autora es además diseñadora gráfica y esta es su primera novela. Ha tenido bastante éxito y parece que además de un montón de traducciones a varios idiomas la productora de Brad Pitt ha comprado los derechos cinematográficos de la obra.

La novela es interesante y bastante entretenida, aunque para mí gusto le sobran bastantes páginas (son casi 600). 

Me gusta sobre todo la idea de que al viajar en el tiempo el yo se encuentra con otros yoes que viven en otros momentos del pasado o del futuro. Porque no somos un único yo, sino muchos  que evolucionamos o cambiamos a lo largo del tiempo y sería bien curioso poder hablar con uno mismo a la edad de 7 años y a la edad de 40, por ejemplo.

El viajero no puede controlar cuándo y dónde viaja, ni puede cambiar lo que ocurre, simplemente se materializa en otro momento y en otro espacio, y llega allí desnudo, haga frío o calor, en medio del campo o en una ciudad, a ver cómo se las apaña... La autora tiene bastante sentido del humor y juega con situaciones de lo más rocambolescas.

Al mismo tiempo, y como quién no quiere la cosa, se nos plantean posibilidades interesantes; como la aprovechar que estás en un lugar determinado para ir a un concierto mítico que sabes que nunca más se volverá a repetir, porque conoces lo que vendrá después y que suele ser disolución del grupo, perdida de uno de los miembros, etc.

De todas formas, la novela es una extraña historia de amor con toques de ciencia ficción. El título ya lo dice todo, aunque el protagonista es el viajero del tiempo, la que soporta las idas y venidas, la otra voz que da balance a la trama es la de la mujer del viajero, que ama aceptando sin necesidad de entender exactamente lo que pasa.

Los viajes temporales se producen en un lapso de unos cincuenta años arriba o abajo y lo más frecuente es que nuestro navegante revisite el pasado.


-Por el momento mi cota es de cincuenta años en las dos direcciones. Ahora bien, es muy raro que me vaya al futuro, y la verdad es que no creo haber visto demasiadas cosas que me resulten útiles. Siempre es un viaje brevísimo; y puede que además sea incapaz de comprender lo que estoy viendo. Es el pasado lo que ejerce una profunda atracción sobre mí. En el pasado me siento mucho más seguro. Quizá porque el futuro en sí mismo es menos sustancial... No lo sé. Siempre noto como si respirara un aire enrarecido cuando estoy en el futuro.
(Pag. 195) 

Los que no viajamos en el tiempo, al menos no literalmente, como el personaje del libro, también corremos el peligro de quedarnos enganchados del pasado, que igualmente revisitamos una y otra vez  porque la capacidad de rememorar la tenemos todos. Un poco menos del futuro, porque igualmente, aunque soñemos con él, nos faltan referentes. Lo curioso es como todos tendemos a huir del único espacio temporal disponible: el presente, este escurridizo momento que habitamos casi sin darnos cuenta.


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