martes, 3 de abril de 2007

SALAMBÓ de FLAUBERT

Un año más estamos en plena Semana Santa. El cristianismo supuso el fin del Mundo Antiguo, entendiendo por ello el fin de un modo de vida. Atrás fueron quedando dioses, sacrificios y rituales paganos, el hedonismo, la voluptuosidad y las formas sociales y políticas de griegos y romanos. Bueno, por suerte nos quedan muchas cosas con las que evocar otros mundos y otras historias, ni mejores ni peores pero sí maravillosamente diferentes.

Flaubert creo con Salambó una obra densa, rica y sobre todo profundamente evocativa, justo igual que Alma-Tadema con su pintura precisa, delicada y arcaica. Dos enamorados del mundo antiguo.

FELICES VACACIONES

SALAMBÓ. La princesa de Cartago
Gustave Flaubert
Edit. Edhasa 1996
p. 50

Salambó subió a la terraza de su palacio, sostenida por una esclava que llevaba en un brasero de hierro carbones encendidos.
Había en el centro de la terraza un pequeño lecho de marfil, cubierto de pieles de lince, con cojines de pluma de papagayo, animal fatídico consagrado a los dioses; y en las cuatro esquinas se elevaban altos pebeteros, llenos de nardo, incienso, cinamo y mirra. La esclava prendió fuego a los perfumes. Salambó miró a la estrella polar, saludó lentamente a los cuatro puntos cardinales y se arrodilló en el suelo, entre el polvo de azul sembrado de estrellas de oro, a imitación del firmamento. Luego, apoyando los codos en los costados, con los antebrazos extendidos y las manos abiertas, echando la cabeza hacia atrás bajo la luz de la luna, dijo:
- ¡Oh Rabbetna!... ¡Baalet!... ¡Tanit! - y su voz se elevaba quejumbrosa, como si llamara a alguien-. ¡Anatis! ¡Astarté! ¡Derceto! ¡Astaroth! ¡Mylitta! ¡Athara! ¡Elissa! ¡Tiratha!... ¡Por los símbolos ocultos, por los sistros sonoros, por los surcos de la tierra, por el eterno silencio y por la eterna fecundidad, dominadora del mar tenebroso y de las playas, oh reina de las cosas húmedas, salud!

1 comentario:

Juanma dijo...

Leer Salambó es toda una experiencia. Para el lector. Pero también para Flaubert. Cuentan que, para documentarse acerca del capítulo en el que narra el sitio que sufren los esclavos insurrectos en una garganta, Flaubert se pasó un par de semanas sin comer, y llegó a tener alucinaciones; sólo así le pudo salir aquella virguería de capítulo.

Y, para crear el personaje de Salambó, visitó algunos manicomios.

No está comprobado que comiera arsénico cuando escribía Madame Bovary, pero seguro que leyó mucho sobre el tema. :-P

Aquello era documentación y técnica instrospectiva de escritura, no lo de ahora.