Con esta entrada queremos recuperar el tiempo perdido ante tantos meses de silencio. Lo cierto es que no ha habido un motivo concreto, salvo que Jose tenía que presentar su tesis (ya es “doctor”) y Helena estaba estudiando un curso de español para extranjeros.
Pero continuamos con ganas de contar y escribir, incluso volvemos con ilusiones renovadas. Hemos cambiado un poquito el color y el diseño del blog para inaugurar esta nueva etapa.
Este verano hicimos un precioso viaje por el interior de Suráfrica en compañía de unos amigos. Entre muchas de las cosas hermosas que vivimos y compartimos allí, sobresale el encuentro con Meneputo y su marido en la comunidad de los bosquimanos !xun y khwe de Platfontein, cerca de Kimberley.
En otro momento hablaremos con más detalle de esta comunidad, y de los avatares que llevaron a los hombres y mujeres que hoy viven en Platfontein a desplazarse desde el sur de Angola hasta la vecina Suráfrica. Baste decir ahora que ambos grupos, que hablan lenguas distintas, además de sufrir la opresión de los colonos portugueses y los ganaderos bantúes (que secuestraban a sus hijos y se apropiaban de sus recursos naturales) se vieron implicados en las guerras coloniales que se desataron en esa zona de África en la segunda mitad del siglo XX y que, en un momento dado, terminaron por (mal) vivir en una base militar de Namibia, al servicio del ejército surafricano en su guerra contra la SWAPO, la guerrilla independentista. En 1989, cuando Suráfrica claudicó y, bajo los auspicios de la ONU, se organizaron elecciones libres, que ganó la SWAPO, el gobierno surafricano ofreció a los soldados bosquimanos y a sus familias posibilidad de retirarse con el resto de las fuerzas militares a una base del país vecino. Muchos, temiendo represalias por parte del nuevo gobierno de la SWAPO, aceptaron, y se instalaron en sus tiendas de campaña en un lugar llamado Schmidtsdrift.
El gobierno surafricano prometió a los !xun y a los khwe que en pocos meses tendrían casas como es debido y empleos dignos. Casi una década después, los bosquimanos seguían en sus tiendas de campaña, y su situación se complicó cuando, tras el cambio político, los tswana reclamaron Schmidtsdrift, que el ejército les había arrebatado tiempo atrás. Gracias, en parte, a la intervención del entonces presidente, Nelson Mandela, en 1999 los !xun y los khwe consiguieron los recursos necesarios para comprar la granja donde viven actualmente y construir en ellas viviendas de verdad.
Pero de quien queremos hablar ahora es de Meneputo, para expresar algo que en el fondo siempre supimos: que lo único que cuentan son las emociones y que merece la pena compartirlas.
El encuentro con Meneputo, y con su marido, tuvo lugar el día 15 de agosto de 2009, en un edificio que, si no entendimos mal, hace las veces de centro cultural de la comunidad !xun y khwe. No pudo ser en su casa, porque las viviendas de Platfontein son muy pequeñas, y el público lo formábamos nueve personas: seis amigos que viajábamos por Suráfrica, un periodista de Johannesburgo que quiso sumarse a la sesión, una amiga suya y, por último, Katima, nieto de Meneputo.
Meneputo es contadora de historias y chamán. Ella tiene el poder de comunicarse con los espíritus a los que llama tocando un silbato (kapilolo). Habla en !xun. Nosotros nos comunicamos con ella a través de su nieto, que nos traducía al inglés.
Ver y oír a Meneputo contar historias es un acontecimiento extraordinario porque comprendes que las palabras no lo son todo. Aunque su lengua es rica en sonidos y expresiones, no podíamos entender nada, hasta que no nos traducían al inglés y era siempre un parco reflejo de lo que ella decía. No obstante, verla moverse, ver sus ojos, mirarnos, la entonación, los gestos, la emoción tiene muchas vías de expresión y es el espejo de la vida.
La historia se desarrollaba plenamente ante nuestros ojos y ante nuestros oídos y todos nosotros sentíamos que la fuerza de la narración era poderosa, porque estábamos juntos, aquí y ahora, uno al lado del otro, y nos oíamos respirar, carraspear, estar en silencio, toser y reír.
Primero Jose le pidió que hablara del poder curativo de las historias, pero, bien porque el intérprete no entendió la pregunta, bien porque quien no la entendió fue ella, o quizá, simplemente, porque no le apetecía hablar del tema, lo cierto es que respondió explicando algunos aspectos de la profesión del chamán, de cómo puede contactar con los seres sobrenaturales y, de este modo, interceder por los enfermos, cuyas dolencias son siempre causadas por algún tipo de espíritu.
Sobre la vocación del sanador nos dijo que no todo el mundo puede aspirar a ser chamán, que sólo quién es de familia de chamanes puede alcanzar tal condición, y sólo si ha sido llamado por los espíritus.
Jose le iba pidiendo historias concretas: la de Dima y Tjisa, la del bebé de barro, y otras que conocía gracias a los trabajos de Marlene Winberg, que es quien mejor conoce a Meneputo.
Juguetona, ella empezaba contado el mito que se le pedía, para luego interrumpirse y saltar a otro, y a otro más, y luego volver al que se le había pedido, y luego continuar otra que se le había pedido anteriormente.
Pero en un momento dado alguno de los relatos la poseyó por completo, y lo narró sin interrupciones, levantándose a veces para abordar a alguien que estaba en un árbol, o agacharse para atender una hoguera que sólo ella veía.
Fue extraordinario, inolvidable.
No es posible el intercambio en pasado, tampoco en futuro. Es el poder del presente.
Ese poder inmenso de las historias, sólo se libera contando, contando a otros, contando con otros, y no solo a través de las palabras.
Os dejamos unas fotos de Meneputo; algunas de ellas son nuestras y otras de nuestra amiga Carmen González. Esperamos poder colgar algún día un video. Pero, en fin, deseamos que su tremenda energía transformadora nos acompañe en el camino. Incluimos la versión de «El bebé de barro» que en su día Marlene nos mandó para preparar el recital narrativo de Kapilolo en el Maratón de los Cuentos de Guadalajara de 2008. Sabemos que, posteriormente, Meneputo ha contado a Marlene una versión más completa del relato, dándole detalles que antes había preferido no comunicarle. Con todo, la que os ofrecemos aquí es, simplemente, bellísima.
EL BEBÉ DE BARRO
Esta era una niña pequeña que hacía muñecas con el barro que encontraba en la orilla del río. Le encantaba jugar con ellas, y las llevaba de un lado a otro a su espalda, como veía que hacían las mujeres con los bebés de verdad.
Cuando la niña se hizo mayor y se casó, no pudo tener bebés. Su marido le preguntaba:
–¿Por qué nosotros no podemos tener hijos?
La niña, que ya era una mujer, fue a la sanadora, y le pidió un daza tzema, un bebé.
La sanadora dijo:
–Tienes que hacer un bebé de barro. Coge tu bebé de barro y mételo en la choza. Pero no lo saques nunca fuera. Debe dormir siempre dentro de la choza.
La mujer fue a la orilla del río a recogió barro blando, amarillo. Hizo un bebé de barro. Con retales de cuero y plumas blandas hizo una camita. Metió el bebé de barro dentro de su choza de ramas, arrebujada en la camita.
Más tarde, ella y su marido se sentaron alrededor de su fogón, fuera de la choza. Encendieron el fuego y hablaron durante toda la noche. De pronto, oyeron un ruido que salía del interior de su choza.
La mujer fue a mirar y llamó a su marido:
–¡Acércate y mira! ¡Ahora tenemos un bebé de verdad!
Estaban felices, porque no quería vivir sin hijos.
A la mañana siguiente, cuando la mujer y su marido salieron al páramo a buscar comida, la mujer pidió a los hijos de su hermana que cuidaran del bebé. Les dijo que no sacaran nunca al niño de la choza.
Pero los niños sacaron al bebé fuera, para jugar con él en el páramo. Empezó a llover. El bebé se mojó, y se convirtió otra vez en barro.
Cuando la mujer y su marido regresaron del páramo con su comida, vieron que el bebé no estaba en la choza. ¡Oh! ¡Los niños deben haber expuesto el bebé a la lluvia!
La mujer cayó de rodillas, y lloró y lloró.
Entonces, oyó el suave sonido de unos piececitos. Levantó la mirada y allí, a su alrededor, vio que a los niños de la aldea. Los niños le sonreían.
La mujer dejó de llorar y levantó la vista. Vio a los niños y sonrió. Estaba rodeada de niños. Todos los niños de la aldea estaban allí.
Mmm, así es como va el cuento…
La sanadora y chamán !xun Meneputo Manunga dice que este cuento habla por sí mismo. Si os dijera lo que significa la historia, dice, la historia no sería vuestra.
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