Estos días han tenido lugar unas jornadas de literaturas orales africanas llamadas "Àfrica són veus" organizadas por el Instituto Catalunya Africa en el CCCB. Igual Jose más adelante os comenta cosas porque él ha participado de forma bastante activa. Pero yo no quería dejar de exponer una reflexión que me da vueltas en la cabeza.
Safiatou Amadou de Níger nos contó el mito de fundación de los griots (narradores de cuentos y rapsodas) de su étnia, los djerma-songay.
Hace mucho tiempo dos hermanos emprendieron un largo viaje. Uno de ellos empezó a sentirse enfermo y no podía ni caminar. Tenían mucho hambre, pero nada para comer. El hermano "sano" decidió irse lejos y cortarse un trozo de su muslo para asar la carne y dar de comer al hermano más débil. Cuando éste hubo probado la carne se sintió inmediatamente mejor y más fuerte. Entonces se dió cuenta de que su hermano estaba sangrando y comprendió el enorme sacrificio que había hecho. Desde entonces, dijo, cantaré lo que has hecho por mí y alabaré a toda tu descendencia. Y de este modo surgieron los griots.
Más tarde Tomás Sima Eyí y Mariano Ekomo de Guinea Ecuatorial ofrecieron un espléndido recital de Nvet, epopeya fang, y nos contaron lo siguiente: un hombre escuchaba lo que hacía el rapsoda y quiso hacer lo mismo que él. El rapsoda le dijo entonces que tendría que matar a su madre, porque era su madre, desde el más allá, quién le narraba las historias.
Desde luego son dos narraciones potentes y me hacen pensar en la fuerza del sacrificio que conlleva el arte y el oficio del narrador. Hay que saber reconocer el dolor y la pérdida y tener vocación de servicio para ser un buen griot, un rapsoda o un buen contador de historias. Aún así, yo quiero.
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