Puede que os preguntéis qué tiene que ver esto con los cuentos y con la narración oral, pues tiene que ver porque me suscita reflexiones sobre la belleza y la fuerza de las imágenes y las palabras.
Cuando contamos algo, a menudo, empleamos un gran cúmulo de adjetivos. Intentando aportar datos y detalles. Complicando la trama o adornando la imagen. ¿Pero cuántos de estos adjetivos son necesarios? La naturaleza es sabia porque es concisa. No hay nada superfluo en las formas y colores de mis tulipanes. Son hermosos y simples. Su complejidad radica en la combinación de elementos y en el azar: un tulipán amarillo que crece al lado de uno blanco con motas moradas. Un tulipán rojo parece aún más rojo porque brota al lado de otro naranja.
Y se toman su tiempo... los pétalos se cierran a la oscuridad y se abren para recibir la luz del día. Se mueven con el viento, dejándose llevar.
Cuando llegue el momento, caerán sus hojas, y lo harán sin estridencias, sin fuegos de artificio. Bellos y efímeros, como los buenos cuentos, dejarán su huella como si nada...