domingo, 9 de junio de 2013

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey

Estos días estamos viajando mucho y por un buen motivo: contar historias. Entre viaje y viaje apenas tengo tiempo para asentar las impresiones entre una contada y otra, así que a menudo busco un poco de reposo en la lectura. Ahora tengo en mis manos La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, traducción de Sandra Campos. Editado por RBA.


Es un libro en formato epistolar que se lee casi de una sentada. Los personajes son tan atractivos que deseas conocerles, en cierto modo les conoces ya a través de sus palabras. 

La acción sucede en Londres y la isla de Guernsey, en el Canal de la Mancha, recién finalizada de la segunda Guerra Mundial.

Es la historia de una escritora que hace un recorrido de presentación de su novela y también del intercambio de cartas con algunos de los habitantes de Guernsey a quienes, del modo más insospechado, la lectura les ayudó a sobrellevar su etapa más oscura: la invasión alemana, el hambre y las penurias consiguientes. Un libro de pequeñas historias y de libros, libros, libros. 

¿Cómo pueden las palabras ayudarnos a vivir? Bueno, no tengo una única respuesta, pero se me ocurre que a veces el ponerle un nombre a las cosas ayuda; escapar de la realidad alivia y la forma en la que expresamos nuestro pensamiento puede ser tan hermosa que enaltece lo que nos pasa, como si fuera algo mágico, transcendiendo nuestra pobre experiencia individual en otra superior, más grande, porque es colectiva.

Lo mejor es que para disfrutar del arte en general no hay que ser ningún intelectual, está al alcance de todos, lo único que hace falta es sensibilidad. 

Me gusta mucho el personaje del señor Eben Ramsey, un pescador que un día se encuentra con la obra de Shakespeare:
¿Sabe cuál es el verso que admiro más de él? Éste: "El luminoso día ha terminado y estamos destinados a la oscuridad". ¡Ojalá hubiera sabido estas palabras el día en que vi llegar las tropas alemanas, avión tras avión, llenos de soldados, y los barcos desplegándose abajo en el puerto! Lo único que pude pensar fue "malditos sean, malditos sean", una y otra vez. Si hubiera podido pensar en el verso: "El luminoso día ha terminado y estamos destinados a la oscuridad", habría encontrado consuelo de alguna manera y habría estado preparado para ir y enfrentarme a las circunstancias, en lugar de caérseme el alma a los pies.


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