miércoles, 11 de febrero de 2009

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR

El fin de semana pasado estuvimos en el V encuentro de narración oral. Esta vez ha sido en El Escorial. Hacía un frío que pelaba. Nada más llegar la nieve cubría los tejados, las aceras, los árboles y los pies resbalan sobre el hielo, pero ¡estaba todo tan bonito!


Nos juntamos unos 150 narradores orales de toda España y se realizaron talleres, debates, mesas redondas. Es un momento para verte y para aprender cosas unos de otros. En mi caso, la verdad, es que aprendo más que aporto.

Me han gustado especialmente dos personas que, en principio, son ajenas al mundo de la narración oral: un ilustrador,
Pablo Amargo, y un rapero, Chojin, que participaron en una mesa redonda en torno al "Arte hoy".

Por un lado, Pablo Amargo me aportó unas reflexiones muy interesantes sobre la imagen y la palabra. La imagen puede servir de soporte explicativo a la palabra o puede hablar sola, por sí misma, y decir muchas cosas, incluso contradecir o cuestionar lo escrito.
Como narradora oral trabajo también con las imágenes, las evoco y las veo en la pantalla que son los ojos del que escucha cuando estoy contando. ¿Será posible poner una imagen plástica en esos ojos y en esos oídos que vaya más allá de la mera palabra? Ese es el reto.

Y Chojin me dejó con una de las mejores definiciones de cuentero, cuentista, cuentacuentos, narrador oral o como queramos llamarnos, lo hizo refiriéndose a lo que significa rapear, pero me sirve perfectamente para expresar lo que intentamos hacer:

"Decir lo que te da la gana, como te da la gana, intentando que los otros estén pendientes de lo que estás diciendo".

Nuestro tren salía pronto por la tarde, así que nos marchamos sin saber dónde será el próximo encuentro, pero seguro, seguro, que nos acabaremos enterando...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con esa deficinión de narrador. Creo que habría que afinarla un poco, de lo contrario se podría comparar al narrador con el demagogos y propagandistas, que sí se rigen por esos parámetros.
Lo que el narrador de historias tiene que decir está sujeto a ciertos límites, de forma y contenido. Los narradores verdaderamente geniales son los que, aun respetando esos límites, consiguen dar rienda suelta a su creatividad y agarran a su público por el pescuezo.

Anónimo dijo...

Hola!

Bueno, todas las definiciones son siempre criticables o porque son muy amplias o porque son demasiado detalladas y siempre se encuentra algo que resulta discutible.

A mí la definición me gusta porque me identifico con lo que dice y por lo básica que es. Realmente yo intento contar lo que me gusta, lo que quiero, como quiero y además entretener al que me escucha, más que nada, porque si no le entretengo le aburro y me deja de escuchar. Es así de simple.

No entiendo lo de los "límites". ¿Qué límites de forma o contenido tiene el narrador? Igual de forma, uno de los límites es el tiempo –entre otras cosas, porque como te enrolles mucho corres el riesgo de perder al oyente o la escucha atenta- y de contenido, evitando dañar la sensibilidad del que tienes enfrente, yo creo que se puede contar de todo.

Entiendo lo que quieres decir con lo de "agarrar al público por el pescuezo", pero no es una de las metáforas que prefiero. Demasiado violenta, y se pierde lo que se pretende comunicar en esencia que supongo que no es otra cosa que "tocar las entrañas del que escucha".

En fin, para no perdernos en una maraña de teorización. Cada vez que se pretende definir una actividad surgen los desacuerdos, pero eso es lo rico, que el contraste y la pasión son vida.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Bueno, al hablar de los límites de forma y contenido me estaba refiriendo, fundamentalmente, a los narradores tradicionales. Es cierto que no pasa lo mismo con los narradores urbano que, a diferencia de los otros, no beben de un repertorio compartido por sus oyentes. Cuando sí hay un repertorio compartido, la comunidad tiende a pararle los pies al narrador que altera en exceso la forma más o menos establecida de un determinado relato.

Respecto a la metáfora del pescuezo (que tomo prestada al maestro Elias Canetti) lo que quiero decir es hay narradores que logran hacerse con el oyente y arrastrarlo hasta el final de se viaje que la narración de una historia. En mi experiencia como oyente, son pocos los narradores, tradicionales o no, que han conseguido arrastrarme de esa forma, pero cuando ha sido la así la experiencia es, en verdad, memorable y transformadora.